NADA. Y UN POCO DE ALGO MÁS.

Narraciones inverosímiles

Laberintos

(breve explicación sobre las imágenes)

La interrupción de la lógica, sacar de contexto lo que de ordinario se supone debería de tener una cierta correspondencia, disloca la falaz consciencia de quien cree que la consciencia es un instrumento a priori. Que es una herramienta que se da por sentado y no una, quizá geología de sedimentos, acumulados y erosionados, accidentales y/o progresivos. Que es algo que se construye y destruye en cada momento, con la aparición, ahora, de las manifestaciones que nos circundan y cuyos fenómenos no siempre controlamos. La consciencia, ese fenómeno efímero, susceptible de cambios, digamos, es un cierto lugar cuya situación es tan única, como universal. Y por universalidad no me refiero a lo inamovible y estático, que supone un sistema anquilosado de símbolos y correspondencias obsoletas, en desuso o muertas. Esto es, como de común se utiliza el concepto de consciencia, como un armatoste derruido, viejo, oxidado, al que cada vez que se le pregunta, le dan una ajustada para ponerlo a reproducir cual gramófono, sobre todo, estupideces que reciclan para salir del paso. Lo cual, aunque no lo puedan ver, no es más que una canallada flagrante.

La consciencia es un espectro a cuya ilusión acudimos sorprendidos, como animados por su pulsión. Creemos en ella como creemos en los cuentos. La consciencia es un juego de niños.

Es una época de ansiedades múltiples. Que se dedica a realizar un vertedero continuo. Nadie en su sano juicio es cabal, completo, y perfecto todo el tiempo. Este nuevo funcionamiento en el que se arroja diario a todas horas disque contenido, no es más que una era escatológica. De escombros. En cuanto sale esa nueva cosa, no es más que una ruina apenas toca el exterior. Una era de vestigios. Lo que arrojan tiene una vida muy corta, de inmediato se convierte en deshecho.

Por decir, se pensaría que tomé, robé, hurté los elementos de estos cuadros, de estos compendios de imágenes, que no me pertenecen, que son el claro ejemplo de que se está cometiendo un delito. La sociedad me señalaría como un plagiario o suplantador, me elevaría a un estatuto que no tengo y que es exagerado. A lo que me alude, tal inquisición, es a que la sociedad en su conjunto crea desde la propiedad, hasta el más nimio abalorio, una fantasía en la que sobreestima dichos valores que inclusive enaltece, los dota y maquilla como buenos, encomiables… Las actuales son sociedades que enaltecen la mezquindad, la tacañería, la opulencia, como símbolos de prestigio. Se adora al que brilla como oro, como luz, al que tenga el poder que no tiene el resto. Son incursiones en los bajos fondos de la miseria personal, humana. Por decir, lo que pienso y sostengo es que nada del arte, nada de lo que produce ni el intelecto humano ni el acto humano es por completo de nadie. No desembocan demasiado en el que la hace, porque la finitud de la humanidad, su mortalidad, le recuerda que sólo le confiere un instante en la vida. Esto es, leo libros y veo películas de gente muerta, gente que vivió. Estos cuadros los hice para otros, para que otros los vean otros los disfruten. Lo que es claro, es que transgredo esos supuestos valores, de las sociedades, que tasan y miden a las personas por lo que tienen, porque nada tiene de moralidad ese parámetro. Que alguien sea tan rico a expensas de los otros, no es más que una flagrante inmoralidad a plena luz del día. Son un fraude, un embuste que medio mundo se encarga de sostener. Y la gente, sobre todo la ignorante, celebra que haya esa gente que tenga todo ese potencial económico. Estoy transgrediendo las miserias idiosincráticas del ser humano actual o pasado. Cree que algo le pertenece. Y realmente es muy poco, lo que de verdad le podría llegar a pertenecer en un momento dado. Esta avaricia y codicia, que no es nueva, que están dentro de las impotencias del género, sólo hacen ver esa demencia de los complejos. Esa furia y represión admitida, asimilada, y ese papel que ejerce cada cual. Nadie puede tener todo, ni nunca podrá. Es más, se va a morir. Es inevitable. Esto, repito, no es nuevo.

Así, ensamblé con pedazos de por doquier. Colecciono estas imágenes y son tantas que es prácticamente imposible hasta elegir. La suerte me sobrepasa. La suerte. Pinchar tal o cual imagen. Son más de cien mil, casi doscientos mil imágenes de 10 años. Me sobrepasa cualquier intento de elegir. Mi intervención o mi juego sólo está al ensamblar. Es nadar en el mar.

Por último, una nota legal. Si hacemos lo que la ley nos permite somos libres, cuando menos para el común de los mortales. Cada cuadro (de 75cm x 75cm) es uno de seis que se unen para formar un gran cuadro rectangular (de 1.50 cm x 2.25 cm). Cada cuadro contiene aproximadamente 100-200 imágenes, por lo que los grandes cuadros completan un total de 500-1000 imágenes. Para cometer el acto delictivo de plagio, por lo menos el 30% de una obra tiene que se trasplantada a otro original. Por un lado, yo no veo que nadie haya hecho nada como lo que estoy haciendo en materia de collage y/o ensamble. Y por el otro, habiendo tal conglomerado y proporciones, en ningún momento cometo tal acto de rebasar esa medida estipulada por los expertos, y legalistas. Además de que pertenecen a toda una obra más amplia, llamada libro digital por entregas. Lo explico, no lo justifico.

01

sobre unas tablillas de madera talló una escritura de ideogramas en las que había una canción remota. confeccionó unas sandalias con ellas, las ató a sus pies, las huellas sobre la tierra dejaban el rastro de lo que había escrito, esa melodía. una noche encendió un fuego, danzó a la luz de los astros, una danza violenta, con gritos y movimientos bruscos. cuando se alzaban las llamas y sus brazos, hacia el hondo negro del cielo, creía ver lo invisible, sudaba a mares. cayó de pronto, bruscamente, de súbito tenía el rostro mojado de lágrimas. quemó las sandalias. al amanecer, regresó sobre sus pasos, sobre la huellas movidas en la tierra por el viento. 

Una amiga pasaba por mí en una carroza funeraria negra impelida por caballos negros. Subí y en ese momento yo no sabría que me encontraba muerto. Adentro, tapizado en seda rojo escarlata, ella me decía que iríamos a ver una orden de magos, brujos y hechiceros. Me recibían, la maestra en una sala, dijo que me pasarían por las salas de los placeres. Pasaba de cama en cama, blanca con plumajes, siendo tocado, lamido, penetrado por mujeres y penetrando mujeres. Sensaciones recorrían cada minúsculo tramo de piel. Me erizaba y contorsionaba. A su vez, era demasiado extraño, me había salido una vulva, era un hermafrodita, las sensaciones eran intensas e inauditas. Lamían mis genitales y mis orejas, me metían los dedos en la vulva. Me besaban, agonizaba de placer. De pronto paró. Me llevaron por una escalinata en caracol ascendente, de cuartos hexagonales transparentes, con luces fluorescentes, dentro de cada cuarto había un niño diferente arrodillado con la espalda echada para atrás, con los ojos abiertos sobre la nada en trance. La maestra me decía que era el ala de los niños obsesivos. Me alojarían ahí, en uno de esos cuartos. Antes de que pudiera negarme, se habría una puerta y unas manos me conducían colocaban reclinaban hasta quedar en esa posición. Me desvanecí. Estaba en un tiradero de basura enorme, como un agujero mina profundo repleto de desperdicios y gente en filas deprimida caminando macilenta. Un ser pequeñito energúmeno engreído y enojado, salió, gritaba, refunfuñaba, tenía sandalias de plástico que arrojaba hacia todos lados, diciendo que todo ese material estaba mal hecho, el producto defectuoso lo arrojaba, reprendía a todos. Despotricaba, vociferaba, aventaba sandalias plásticas por doquier, todos ponían atención sin chistar. Me comencé a entristecer, lloré, yo no quería estar ahí. En una cadena de producción. Una resbaladilla me condujo aprisa, caía, por un agujero, de un ducto salió el ojo de mi mejor amiga. Preguntó, ¿estás ahí? Pondré mi boca y te arrojarás dentro para sacarte de ahí. Fui deglutido. Entré a un espacio sideral negro con iridiscencias moradas violetas y galaxias regadas, comencé a flotar entre plumas en una sensación suave. Un amasijo de cabezas con brazos y piernas deformes se me acercó flotando, eran licenciados, burócratas, ejecutivos, aberrante y grotesco, era un monstruo de mil cabezas con pedazos de trajes con pedazos de cuerpos y cabezas, farfullaba desde cada garganta, comenzaron a manosearme en el sexo, agarraban mis tetas con descaro. Se acercaban, me metían las manos en la vulva o entre las nalgas, con violencia y fuerza me sujetaban, de manera que no pudiera zafarme de sus diez mil manos, sentía asco e impotencia del ultraje, una de las caras, la directora del amasijo, con dientes filosos se me acercó: así es como sienten las mujeres en el subterráneo tren. Me desperté adolorido y atemorizado, como si todo hubiese ocurrido de verdad en mi cuerpo andrógino del sueño. El diablo quiere a sus hijos, alcancé a oír, despierto en mi inconsciente.

laboratorio 1-1

02

Al despertar lo estaban velando. Sus ojos estaban abiertos a esa hora, fue la consciencia de ver, oír, de oler, mas no poder mover ni un milímetro su cuerpo. Hablaban a su alrededor, de cómo vivió, anécdotas, tribulaciones, trivialidades, viejas historias en voz de los otros. Era insoportable la estupefacción de no poder decir ni replicar ni contradecir nada, eh no, no he muerto, estoy aquí, oigan, no me cremen, no me entierren, no lloren, sigo aquí, vivo, se notaba que no respiraba, ni nada, era su alma que vagaba dentro del cuerpo que miraba al techo. La energía lo había abandonado, pero aún seguía empaquetado en el trance de reconocer a su alrededor todo, las caras que se asomaban al féretro, las palabras, los llantos, sin dolor ni asfixia, sin angustia, calma, una aplastante calma.

Dicen de un viejo que estando en su pequeña cabaña, un día al clarear el sol, quedó aterido a su cama. Ni un movimiento animaba su cuerpo. Sus hijas lo encontraron, yacía yerto semidesnudo. No respiraba, estaba muerto, dijeron. Cuando lo velaban, dijeron, aturdió  a los que le rodeaban porque de sus ojos brotaban lágrimas. Seguía, según dijeron, muerto.

Tanto quiere el diablo a su hijo, hasta que le saca un ojo.

Un hombre llega a una habitación, baja la maleta que trae, al piso. La abre. Saca de ahí toda clase de funestos, trágicos hechos. Inenarrables sucesos. Bocas abiertas y horrorizadas. Viejitas se crispan. Hay quien no soporta que le truenen los dedos, cuando le truenan los dedos. Enseguida se pone en guardia. Aquella noche para nada particular, en el que la felicidad no dependía de nada. De nada en lo absoluto. Y la señora Macmanniman volteó a ver al señor Mcmanniman con un insoslayable reproche. Ese año, en especial ese año, se había temido que los corazones de las personas se pudrieran antes de tiempo. Antes de lo previsto. Naturalmente, no había sido de ese modo, de esa manera. Los corazones se pudrirían a tiempo ese año, no había nada que temer. Con inescrutable perfección los relojes habían sido ajustados para que ese año no fallara, la certera, la casi malicia con la que se había previsto TODO. Eso sí, este año tampoco sería oído, el inaudito grito de los poetas. Sucede cada 56 años. Ese año no tocaba oírlo.

Cuerpos devueltos a la vida mediante una máquina subatómica que recompone todos los sistemas en una regeneración de células y tejidos hasta reactivar su mayor eficiencia. La restauración de cadáveres, la reanudación del deshecho humano. Una máquina para eternizar los cuerpos útiles, volverlos violentamente inmortales, funcionales. Lejos de la decrepitud y el vicio que los corrompería. Cerca de la trituración cósmica, tan cerca.

A los animales les fue dado garras prestas dientes filosos alas ligeras pieles gruesas ojos lejanos olfatos agudos sensibilidades fieras. A los seres humanos una bolsa de plástico para conservar en formol los 1.4 -1.6- kg de masa encefálica. Ir y volver al súper mercado con la bolsa escurriendo. Ah, y todas las demás aptitudes con las que descuartizan desmembran trozan machacan trituran por centuplicado a todos los otros animales, incluidos los de su propia especie. Una metáfora no muy alejada de la realidad.

laboratorio 1-2

03

la vida sexual silenciosa y secreta de los ángeles.

El dildo es el nuevo dios, dios murió y se erigió en el tótem con forma de dildo. (Dildo: pene que simula uno real, las más de las veces de plástico u otro material cuya semejanza nos dé lo mismo, pero desprovisto del idiota que cuelga del pene). Si con el dildo se pudo reemplazar un pedazo de carne y todas las consecuencias de sostener ese pedazo de carne. En otro lugar, un equivalente de la heterogeneidad en las prácticas sexuales, fue la pornografía no comercial, opuesta o distante de la industria pornográfica. O con un comercio a ras del piso, sin ser un monumental monopolio cinematográfico. Prácticas extendidas y extrañezas al encuentro de la pantalla iridiscente. Son infinitamente diversas, plurales, heterogéneas, infinitas en sus finitudes instantáneas. Lo raro ahí es lo normal.

De todos modos no se suple nada de nada. No hay suplente. Es otra cosa. La ansiedad y la angustia , siguen siendo reflejo de la falta. La falta de cada quien, que no podrá ser llenada, ni suplida con nada. Drogas o religiones, con nada.

Digámoslo así, los hombres resultaron un fiasco. Pero, las mujeres no se les alejan demasiado, de corresponder a ese mismo fiasco. Si existen mitos y auras ensoñaciones, conceptos en ruinas acerca de los preponderantes hombres, y sus masculinidades vencidas, las mujeres no se quedan atrás en el apoltronamiento generalizado. A priori se puede llegar a creer que el estereotipo de la mujer es alguien dadora de vida, buena, y compasiva. Esa alma grata y siempre buena. Pero eso no es más que la fachada, esa apariencia que oculta, histerias, celos e intrigas, esas herramientas que sirven para demostrar lo que son la mayor parte de las veces, asesinas, y malas. Un hombre mata en directo, fúrico, y si odia le puede hasta costar la vida, es capaz de sacrificarse en su odio. Va en línea recta a su cometido, no se distrae. Por lo regular, no va a hacer poesía cuando va a ejecutar un crimen… Va hacia allí y asesta el golpe con su hacha, para partir la cabeza de la que bulle materia viscosa, sangre como una fuente desordenada y grotesca. Una mujer urde, mata en silencio, es displicente y generosa con los venenos. Una mujer hace que se maten, mediante el chisme, con habladurías. Languidece con tal de ver morir el objeto de su insidia. En pocas palabras, la mujeres también sueltan aires fétidos en el ambiente, desde su tripa nauseabunda, su ano también sucio, expele gases pútridos. No se casen con leyes y costumbres, con credos, y certidumbres. No afirmen lo que no podrán sostener. No se casen con relatos. Con nuevos-viejos estatutos creados. La naturaleza humana también hace que críen asesinos y ladrones, mentirosos, también hay malas madres. Abandonan hijos, los olvidan. Eligen abusivos por parejas, porque creen que compartirán los botines del cómplice, y terminan siendo abusadas. Eligen al opresor, ese es el que les gusta.. Yo no discrimino, yo los puedo odiar a todos por igual. Está en los actos, no en lo que se diría que son las personas, ni en lo que dicen ser. Hombre mujer o quimera, qué más da. Son los actos lo que hace a las personas, no sus convicciones. Son los actos lo que nos hace odiar a las personas. Lo que hacen, lo que hicieron, lo que no hicieron en un punto dado, lo que dejaron hacer u omitieron. Lo que dicen es misa, esa forma en la que las enseñaron a hablar, hombres cansados.

A la gente que no hace arte le gusta el arte. A los que lo hacemos, no tanto. Hemos perdido esa devoción, ese profundo vacío y amor incondicional. Al interior el arte trata mal. Dentro de la comunidad existen tantos celos, que la bilis es lo que prevalece, está infestado de hienas. Ni creerían los chillidos y ese gesto de sorna que tienen las jaurías sueltas en la oscuridad.

Les sugiero no traten de ordenar estos textos en caso de irrumpir la muerte en mi destino. que viva la anarquía, que viva la música. si prevaleciera el determinismo, no serían mas que muñecos de un macabro plan. útiles, como lo que plantea el capitalismo, que la existencia sólo sea usar y ser usado. un juguete del cosmos, de la existencia. menos, basura.

La primera mujer con la que me acosté era mucho mayor. Hendí mi hongo dentro de su flor. Fue una sandía, jugosa, repleta de semillas. Fue espléndido, fue como un rito iniciático de manteles largos sin una sola arruga. Creí estar entre los matorrales de la vida misma. Manchas rojas en cada rincón, pegajosas. Si lo suyo, lo de ustedes, los lectores, fue con un igual, de su misma edad y descubrimiento, no hace mejor su prudencia, ni peor mi experiencia inusitada. Si fui usado, fui magníficamente usado. En las primeras ocasiones, a ella le asaltó una duda repentina, me preguntó si aquello que hacíamos estaría bien. Era la sobriedad del pasmo. Yo le contesté que no sabía, era lo mejor que podía contestar, de asaltarme algún tipo de culpa al respecto. Le dije, no lo sé, en todo caso, estamos del otro lado. En mi mente sólo me dije, no quiero parar y no voy a parar, menos por temor o por culpa… Maldita sea la sociedad hipócrita, los templos, o lo que sea que guía este repentino estupor y mojigatería. Por supuesto, no paramos, la frase hizo cundir con mayor euforia el crimen. “Estamos del otro lado”. La idea de atravesar los muros, sólo a un loco se le ocurre. Atravesé aquella inédita experiencia como lo hace un delfín en el agua, creo que alegre, mientras duró.

En el futuro, dentro de los templos, sólo habrá cumbia. Esa música que altera y sacude, que excita, concupiscente y que realiza el llamado de la tribu a pervivir, pese a lo que pese. Esa música vulgar por popular. Por pasión anticlerical. Por locura antirracional. No habrá otra expiación, que la catarsis desmedida del baile, en el apogeo del éxtasis. Esa música que propicia que todos nos olvidemos en voluptuosidades, en exorcismos verdaderamente eternos y al instante. Fuera de la letanía, ausentes de la solemnidad. Esos lugares de techos altos, cuya resonancia magnífica hace del corazón una alegría libertina, sólo será el recinto de la orgía y la danza. De la acústica. Volveremos a celebrar la existencia convulsos de amor. Hartos, lejos de la religión demagógica, sus promulgas hipócritas y falsas. Dejaremos atrás la burocracia dogmática discutiendo sus juicios sordos. Dejaremos a los decrépitos del deber extinguirse en la ausencia. Los ignoráremos.

Son los actos lo que nos hace odiar. Así como dirigen investigaciones científicas sobresalientes, me aventuraría sin dudar a decir que dirigen imperios de forma velada. De que son más inteligentes que los hombres, eso que ni qué. Las desventajas siempre las han hecho crear mejores resistencias y atreverse a mayores desafíos. Que ahora quieran igualarse, yo no lo veo sino como un rebajarse. (además de que denota la mutua ignorancia de las condiciones de cada cual, entre sí). si atiendo a escuchar una queja, es porque entiendo que se han debilitado. si han de expulsarse de la belleza del silencio es para proferir un ¿quejido? si un hombre desobedece, por contradictorio que pueda sonar, su rebelión no hace sino constatar que obedece. (no abriré toda esa dialéctica del esclavo, en este momento). por lo regular, una mujer cuando desobedece, primero cumple con los dictámenes, le da toda la vuelta y después procede a hacer su libre albedrío. Que, aunque no se vea, es el camino corto. Se libera, si se quiera con artimañas que ha empleado dadas las dificultades y las adversidades. Sepulta y huye. Que es la magnífica forma de proceder de alguien que es libre, de por sí. el que desacata por lo regular se queda sin las recompensas, y en el desierto de las ofensas, pierde las más de las veces la carga, quería TODO. Hay modos de desobedecer, hay modos torpes y otros más astutos, hay maneras burdas e incompetentes, o maneras sigilosas y sutiles. En lo que nos hace comprender a las autoridades morales… que entre tanto han perdido gran parte de la tutela de lo que sucede en el mundo que rueda apresuradamente cuesta abajo. por supuesto es mucho más complicado que sólo estos enunciados que apenas esbozan unas condiciones que se desplegarían en diversas e infinitas-finitas formas, y actualizaciones particulares. Y sin hablar de lo singular de los casos, que es en realidad la fina trama de cada vida.

laboratorio 1-3

04

Es bien sabido que los perros han auxiliado a los hombres. El otro día, al caer la noche, cuando todos callan dormidos, quizá sueñan. Leí un cuento en que unos hombres cazaban a otro hombre, como si fuera un animal, una presa. Los perros los ayudan, olisquean las prendas para seguir el rastro. Sin la menor oportunidad, de un tiro lo derriban de una montaña que él escala al intentar huir. Su cuerpo cae, despedazándose por entre las rocas, en el despeñadero. Los perros ladran. Tú que estás allá arriba. ¿No oyes ladrar los perros? Se acercan, le arrancan partes entre gruñidos y afrentas. Los perros. Se atacan entre ellos, sueltan chillidos horrorosos, se pelean, jaloneando el rastrojo que queda. Que mas parece un jirón de carne. Alguno obtiene un brazo, otro un pie y se aleja. Otro más le mastica el sexo. Obtienen su recompensa, son felices esa tarde, los perros.

una maraña salvaje, de sexos y genitales. una orgía de sonidos. una sala vacía de objetos, atestada de gemidos. los lugares en los que, cual metáforas, aquello colma de impaciencia y trepidante deseo, que alcanza a asfixiar. entre sueños la humedad del coito, la caverna ancestral que penetramos para guardarnos del frío. esa hoguera que prendimos en la sangre, en el corazón que galopa, en la cresta de la ola que se agita ensordecedora. somos orígenes de lugares en los que nunca estuvimos como ese polvo iridiscente que no se apaga. sueños fugaces, resplandecientes, soles que se hunden en el horizonte del agua inmensa, líquida, y mujer. ¿quién no se ha ahogado en el abrazo de un aroma que explota en los nervios como navíos que no volverán? es imposible no haber amado lo que se amo, de un momento de una piel o de un trino matinal en la desnudez.

¿Quién no cree, que en un momento dado, no es él o ella, quien escribe lo que escribe? Sino que se ha dejado guiar por la inercia o la pericia, o es encantado por las musas de carne que nos han matado, y a las que, tan sólo seguimos cual sirenas que nos donan un trance fantasma que nos vuelve a enterrar en sueños. Para hacerlo venir a otras bocas de las que bullirá sea como sea, cueste lo que cueste. Labios trémulos. Esto que lo sobrepasa. ¿quién se cree dueño de sus palabras? ¿acaso aún existe ese iluso que se tambalea cual payaso de obra circense seguro y guarecido por sus propias palabras? Lo común es que el lenguaje use a sus marionetas, que se creen libres, independientes y soberanas.

excesivas veces, el nombre del autor no me interesa, ha muerto. lo que me interesa, es lo que habla a través de ese supuesto autor.

Quizá el falo, sólo sea el cuerno de un animal antiguo, invisible ahora. Al cuerno, al alzarse, le falta toda la bestia que lo sostiene. O quizá no. Quizá cuando gruñe, ese otro animal que vemos, puede avistarse, entre imaginaciones esporádicas, esa quimera fantástica que ha desaparecido. Ese animal fantástico digno de un cuerno así. En un teatro de sombras, ese animal indómito aún se agita en espasmos de terror y erotismo. Aún provoca espanto con sus estocadas, hiende la herida primordial por la que salimos todos.

la violencia cuando se atiende al llamado del deseo.

El vicio es obedecerse, no rebelarse contra uno “mismo”. Arrastrarse al mandato imbécil del yo. Por eso hay tanto tarado y bravucón por las calles seguro de sí. Es la insoportable levedad del ser.

Se dice que las víctimas son inocentes, se repite hasta el hartazgo que no hacen nada. El cordero es el único animal que al ser sacrificado, no se defiende, no huye, no profiere sonido, ni se inmuta. ¿Acaso las víctimas no se colocan en ese estado de víctimas, se ponen en el lugar indicado, en el blanco de sus verdugos, atraídos por un canto que los llama? ¿No ven o sienten la amenaza cuando se presenta? ¿Una víctima será inocente o ingenua, estará hechizada por su propia muerte? Ahora se habla de no culpar a las víctimas. ¿Y qué hay de que sean responsables sobre su destino? Lo que escucho no es más que un largo quejido-exigencia a las autoridades. Creen en el dios padre, en que alguien las auxilie. Un padre, un gobierno. Escucho imprecaciones o imploraciones. No será eso mismo una operación para mantener al débil siendo débil, impotente, incapaz e inepto para salvarse a sí mismo. ¿Un método de esclavitud más? Además de que las autoridades no harán ni hacen nada en lo absoluto. Nunca lo han hecho. Sólo en las películas para bobos hay héroes. Un héroe no crea sino dependientes. Hoy más que nunca la ausencia del héroe, sería borrado de un plumazo, con una simple orden, sería aplastado como un insecto. Existe esa capacidad. ¿Entonces, las víctimas no hacen nada? ¿Nada de nada? ¿Son corderos del señor padre? ¿No necesitan la palabra del padre? ¿Dónde está el papá de los hijos?

A veces, se hace arte o literatura como una forma de venganza. Se pinta o se garabatea una hoja, para no salir a cometer un acto insulso, desesperado. Para no ir de inmediato, como un vehemente idiota, a conquistar Polonia, a cavar fosas, para otros. Para no hacerle el trabajo sucio a otros y favorecer una farsa.

En el lado opuesto del río yace una linterna que está ahí, permanece ahí, es una centinela breve. Su pequeña luz perdura, y palpita. Es una caída libre frente al viento, al precipicio de las delicias y su universo. La vida ligera cree que durará, inconsciente, y volátil en el placer de las noches. Las risas gobiernan las noches fugitivas de sueños. Hay un placer extraño en narrar. Es abrir una vulva carmín, roja, cual flor que se abre y uno percibe la primavera en su rocío. La fragancia. No hay literatura flamígera, que se deje escapar al juego de la guerra o el amor. Una pasión que hiere. Es un filo que entra en la selva, mientras el desparpajo de la naturaleza avezada huye lo antes posible. Es una lengua que lame el clítoris, como un abeja danza en el pistilo de la tarde. La pluma, o la letra, rasga la hoja, surca la luminosa blancura de la nada. Un ritmo yace ahí. Se olvidará. Ondulantes vestidos que se caen, se olvidará el ojo abierto que mira, azorado, estupefacto. La carne, ese recuerdo lúcido de la carne, del gesto cuando se eclipsa eterna, en los orgasmos chasquidos, retorcidas ramas. En el intercambio de baba. Esa figura, esa figura, no la tiene nadie, no vuelve.

Es hermoso que vamos a morir. Y no existir será eterno. Añoro el silencio. Toda esta violencia catártica de existir, con todas las manifestaciones absurdas de cada cual para con su angustia, me tiene agrio, amargo. Toda esta payasada macabra, espectáculo de la perversidad disimulada. Tan siquiera fuera declarada. Todo este escándalo por nada. Toda la vulgaridad de las palabras simultáneas. El silencio violado por su constante estupidez. Machacante estupidez. Lo bueno que tiene la muerte, es que es una anarquía de sentido. No habrá ni el mínimo sentido ahí, en la oscuridad del tiempo. En el refugio que nos aguarda la nada. no tengo estilo. escribo como si fuera cayendo por una larga escalera en cámara lenta. cada milésima de segundo hace ver mi risa patética y mordaz.

laboratorio 1-4

05

Mi vida, infestada de claroscuros, está en un sendero cuyo horizonte se pierde a la vista. Como el de otros. Quizá sólo difiere, en que alzo la vista para verlo… Creo que he tenido momentos de enorme lucidez y momentos tan sombríos que ni yo entiendo nada de lo que me pasa o pasa alrededor, en una turbina caleidoscópica turgente. Un animal salvaje que apenas percibe la realidad humana, o una roca informe, no por ello menos perfecta con las respuestas justas adecuadas precisas de lo que se pregunte, por inverosímil que sea. No es una síntesis, sino un bandazo de péndulo. Por supuesto, nadie puede vivir así. Ni se lo imaginan. Se morirían al instante de terror: Se infartarían.

Era, en las altas sociedades una perdida, y en los bajos fondos una putita. La clase medio lista medio tonta no dice nada, es más bien sosa (¿se hiere en enunciados cáusticos?), guarda sus prejuicios y complejos en sus instituciones llamadas… pata tín pata tan. Re-bautiza sus cortos criterios. Disimula sus ignorancias y profiere sus altanerías disfrazadas de causas justas. En idilio constante y delectación con el poder, con las inutilidades para detentar el poder. Donde las más de las veces se les nota la ambición de pertenecer a la verdadera clase de haraganes, los ricos. Ella pasaba obscena de amante en amante alejada del barullo de lo real. Diríase una libélula entre la hierba, por encima del espejo de los lagos, o entre las flores. A veces cobraba cuando se lo ofrecían, a veces se cobraba con mañas. Ligera, sagaz, volando al ras. Su padre, eminencia médica, especialista en el dolor, anestesiólogo. Ella brinca de cama en cama, por los placeres del mundo. Entrada en años, el cuerpo le falla, esos fallos fisiológicos que no tienen explicación y si la tienen, de eso no se habla, sólo se sabe en lo privado, algo que se sabe, y de lo que no se puede hablar. Se habla de todos modos. Una lógica en el inconsciente que no será revelado mas que sólo por ella. La enfermedad radica, en que la piel se le descompone, le duele una brisa, siquiera un aliento que se le acerque, nadie la puede tocar. Después de mil y un travesías eróticas, queda intocable, sumida en el dolor, aún vive. Toma té, mira las personas pasar, indiferente.

Afortunadamente hay lugares en los que el arbitrio de la ciencia nunca podrá entrar por completo: el azar, el infinito, los sueños, la muerte, el inconsciente, el vacío, la poesía, el deseo. Tuve la llave tu corazón y la perdí. La arrojé al mar furioso. No podrán medir nunca nada más.

…de noche se sienta al árbol del que baja una serpiente bicéfala. ha matado la pasión, el furor de sus lascivias. ella inexistente, una imagen. es fresca y profunda la noche imantada de insectos. Se sienta al árbol que lo quita de la noche, quiso una experiencia límite, no vio lo imposible. mató su deseo, el furor de sus lascivias. el escombro que dejó ella.

Nombrarlos colección de apuntes sobre arte, es una broma pesada. No sé si lo habían notado. Otra ficción mía, mía, mía. En la que cayeron y creyeron, redondos.

Aleteo como un mosquito, con tan sólo mis fosas nasales. Percibo cosas que nadie ve, sobre todo cuando me callo, suelo ser peligroso, puedo ver la transparencia de las personas. Soy tan lento, que puedo ver su alma. Y eso me asusta, porque no veo sino infames y monstruos. Vivo asustado frente a ellos como lo estaría un niño o una criatura extraña.

¿Cuántas pelotas de golf habrá perdidas sobre la faz de la tierra? Quisiera un mapa infrarrojo que ilustrara esa inutilidad de saber ese saber. vivo sin vivir porque no veo esa ilustración, de carácter capital para el ocio y la belleza del dibujo.

De lo que se habla es del síntoma, y hasta eso, se lo lleva el viento.

la búsqueda del placer a veces implica la huida del dolor.

se escribe para decir sobre lo que no se puede hablar, que todos saben y nadie se atreve a siquiera insinuar, y están obligados a callar.

a menudo discutían. trivialidades cotidianas. nunca se sabe qué tanto está en juego cuando esas nimiedades cobran un valor psicótico. ella habría viajado a aquel país oriental en busca de una educación estética en la danza, él la persiguió hasta allá. vivían a distancia del mundo conocido, de su mundo familiar, solos, acompañándose. exiliados, sólo se tenían el uno al otro. de temperamento álgido ella. él neurótico contenido. a simple vista nunca se les habría visto el susodicho perfil de ninguna tipología. él hacía un doctorado en matemáticas becado por cierta institución renombrada de otro país. tenían una hija en común, se separaron, libraban la custodia de la niña. ella era hermosa, delicada, bailarina e histérica de oficio. se dirá, que una relación es una dinámica, una cierta articulación de acciones mutuas, de transgresiones y permisos, de solicitudes y abusos de confianza. no sabemos nada, absolutamente nada. llegó la noticia y heló la sangre de cualquiera que la conoció. mi pareja de ese entonces me la comunicó, al colgar el teléfono. en ese país oriental, machista y repleto de corruptelas, de vicios y fallas legales, en un río cuyas aguas no eran profundas, apareció una maleta con el cuerpo descuartizado, chamuscado, de ella.

eran jóvenes, habitaban el centro de la ciudad, que era también a esa edad, el centro del universo. su pasión carnal rebasaba los cielos nocturnos. copulaban el día entero en el verano, desnudos se paseaban por el apartamento. impúdicos frente a las ventanas, ambos, sudados, crispados como gatos. seguían los rituales hipnóticos del sexo, obedecían la danza del deseo, hacían caso a los trances del amor, a sus juegos. después de dos años, eso se apaga de golpe una tarde de abril. él lo nota por el modo profuso en que ella suspira y no lo toca más. se ha perdido lo espontáneo. ella no lo excita ni lo alienta, no lo provoca ni lo incita. él se seca triste como una planta no procurada. un día descubre dentro de sus cosas una carta, lo atraviesa el frío violento del descubrimiento. se siente burlado. su corazón duele, luego arde. otro hombre ronda el amor de la buhardilla. la sangre le cierra la garganta, lo asfixia. en esos días ella llega tarde a casa, él la espera. una noche calurosa, beben, se enervan, ella abre las ventanas. mientras ella está sentada a la mesa de la cocina discuten. ebrios, buscan las palabras para pelear. ella no sabe que él sabe. se comienzan a gritar y herir con lo que se dicen. ella se para de la silla, él voltea, trae un cuchillo en las manos. él le grita que sabe su secreto. ella se altera, lo empuja, él con el impulso de tracción contraria se arroja. la clava. el cuchillo hiende su estómago. la deja ahí tirada. ella no se puede mover. él huye de la casa. ella se muere ahí abandonada. de ojos abiertos viendo hacia la ventana, el cielo oscuro de la ciudad, que es el centro del universo. escupe sangre, se queda inmóvil.

lo sacan a patadas del lugar, le dan fruta que meten en un saco y le dicen que no vuelva, que se acerca algo terrible. ¡será terrible! que no vuelva al desierto… cruza el pueblo, llega a la entrada del túnel que atraviesa la montaña. camina hacia el túnel, lo levanta un carro que atraviesa esa caverna de luces, de resonancias. del otro lado, un coyote flaco hambriento persigue el transporte a la par, hasta que se cansa, se mete a un deshuesadero de carros cadavéricos, aúlla. el viento golpea su cara. llegan al otro pueblo al caer la noche. vaga. se sienta en la plaza pública en un banco. llegan dos tipos, uno golpeado, la cara la tiene molida a golpes, vienen drogados, le ofrecen pastillas, en una pesadilla. Huye, se mete a un hotel que apenas tiene un par de focos encendidos por la puerta de cristal. pide comida. no trae dinero. le sirven un vaso de agua, un plato de frijoles y tortillas. devora el plato. se para, se va. camina por la carretera de noche, una camioneta se acerca, lo sube. se duerme. lo bajan en una caseta, no va más. cruza la caseta repleta de soldados armados. del otro lado hay trailers desperdigados. mira al lado de uno a la sombra, aparece una puta arrodillada, se diría que reza: succiona el pene de un hombre mugroso y encorvado. al sentir que se acerca, la puta lo voltea a ver, no tiene dientes y el maquillaje se ha corrido, es grotesca al sonreír. camina entre los trailers esparcidos, putas feas montan hombres feos, hombres deformes fornican putas como perros. gordas y deformes, gimen entre los trailers encendidos. se acerca a una puerta que tiene un ángel dibujado. el hombre le dice que suba del otro lado, la puerta tiene un demonio pintado de ese lado. sube. arranca, es alto desde ahí, sólo ve las líneas de la carretera entrar a su campo de visión por un halo de luz. por el espejo retrovisor ve que el conductor tiene los labios pintados. le hace conversación, casi no escucha. – ¿y tú te duermes boca arriba o boca abajo? – le toca la pierna, y es entonces que siente la intención de que lo violarán. abre la puerta. en un estrépito el trailer se bambolea hasta alcanzar a frenar, lo baja a gritos. camina por la carretera, es de noche, hace frío. ve una camioneta azul con la luz encendida al interior. se asoma, tiene un alumbramiento, se pasma, ahí hay un iluminado, un rey un mendigo, un muerto un fantasma. sigue, el sol comienza a salir. ve un merendero, adentro comen. unos le invitan a desayunar, come huevos, pan y café. sale de ahí. sube a un camión en el que todos son animales de una granja, como en un sueño. baja en una estación de gasolina, está un padre que parece puerco y un hijo que parece puerco. lo suben a su auto. se duerme en el asiento trasero, los oye gruñir. lo bajan en una terminal. no sabe ni dónde está. pide dinero. están los expresidentes ahí con sus caras de ineptos. le dan dinero, lo sobornan. en el camión le regresan sus órganos vitales, uno a uno vuelven a animarse. baja en la ciudad, es un gran zoológico civil. sí, vil. las calles están repletas de personajes malos de la literatura fantástica. llega a casa de su abuela a pie, canta el ave de 400 voces. sube la escalera y está su papá vestido de luto. le dice que tienen que partir. suben a un carro negro. unas tías añejas rezan al interior una letanía somnífera. al llegar, una mesa larga repleta de mujeres en faldas, cenan con las piernas abiertas. sus sexos expelen a flores por todo el lugar. lo están velando, comen su cuerpo. se olvida, hace una foto de una aparición en el jardín. nadie le cree nada. ve la fotografía y a hoy día, aún no sabe qué es. lo internan en un psiquiátrico y a hoy día, aún lo llaman loco.

laboratorio 1-5

06

No voy a mentir. Leo, porque siempre he sido muy ocioso. Descubrí que ahí podría estar en cualquier lugar sin estar. Que iría más rápido a conocer lo que fuese. Que habitaría la intelección, la vida, las experiencias, navegaría por sus pensamientos tal cual fuesen. Estaría anclado en el lenguaje de otro. Además, al escribir, entendí, que ponían toda su vida en ello. Extremadamente generosos.

Él se suicidó. Lo primero que me cruzó por la cabeza fue que no había sido así. Que entraron seres altos y oscuros, ocultos, sombras largas, lo colgaron, le quitaron la piel y se lo llevaron. Lo sacrificaron. Porque él así lo quiso. Dejó la cáscara escurrirse hasta secarse para horrorizarnos, por completo, a propósito. Nos mató.

se sentó en la arena. las sombras se aproximaron. cada una fue entrando en su cuerpo que no vivía ni moría. alimañas lo recorrían con sus patas por toda la piel. trepidante. cada orificio de su ser exhuma líquidos viscosos. se torna rojo por la combustión hasta de forma gradual irse secando hasta convertirse en cenizas. sopla un viento recio que lo desaparece. nunca lo vuelven a ver.

tantas veces he muerto. tantas.

su boca sabía a sardinas. el aliento que despedía su boca era de sardinas. no se podía acercar uno a él. era muy fuerte ese olor. era una defensa antisocial, o él simplemente era un gato.

Hay una “ley”, que dice que sólo lo que debes es lo que recordarás. Nada de lo que te deben lo recordarás. Es una ley del cumplimiento, la tranquilidad, la confianza y hasta la felicidad. Yo sé que si no te pago lo que reclamas, me dominará. Toda deuda, es un compromiso al que está sometido el deudor. Si no pago me condenaría, de menos, simbólicamente y estoy harto. ¿Sabes? Harto. No le debo nada a nadie y detesto el deber, del tipo que sea. Sólo es un gobierno al que no me pienso ni someter ni dejar que me sojuzgue. La culpa es una deuda, por ejemplo. Te pago a su vez para olvidar lo que yo creo que tú me debes, cosa que no te diré nunca porque no tendrías ni con qué pagarlo. Es una deuda impagable, así de mudo es lo que creo que me debes, que ni siquiera es un deber. Y que sólo yo me encargaré de olvidar, olvidándote.

No escribo de ese tiempo, ese tiempo lo escribí mientras pasaba. No lo volveré a tocar, sinceramente, lo quiero dar por muerto. Los perros se me murieron en el odio, en el inconsciente, en la rabia, en la impotencia y en el desamor. Se me murieron por la tristeza que me rodeó, la melancolía aplastante y la nostalgia que me asfixió, circunstancias a las que no volveré. Te sufrí, te lloré, me abandoné, me deprimí demasiado tiempo. Intenté salir con mis astucias de la depresión en la que me hundí a tu lado y no pude. Sinceramente no te puedo ni ver, ni oír, ni quiero saber de ti. Me molesté con mi madre cuando fue a verte, porque no te conoce. Te hablé, fue lo mismo de siempre (hasta me cortaste la llamada, cosa que interpreté de inmediato como ese poco deseo, ese poco querer). Las últimas veces que te vi, hace dos años, me dijiste puntual, creo, como mecanismo de defensa, cosas muy hirientes, que para mí eran sugerencias de no volver a verte. Yo para defenderme, en mi fuero, las considero tonterías. Tonterías de alguien que cree saber algo.

Aunque usted no lo vea, la tacañería es una forma de violencia. Violencia que se perpetra sobre los otros y sobre uno mismo. Digamos, la tacañería es un calzón prominente para persona obesa, delgado por el uso, casi traslucido, incluso minado por agujeros y puede que hasta sucio. Colgado a la intemperie, exterior, en un tendedero a punto de caerse y expuesto a la vista de todas las ventanas. Son los trapitos sacados al sol. La miseria padecida por tacañería es insufrible y cruel, además que se disfraza de humildad y otras banalidades de la moral del débil. De todos modos, he presenciado pocos actos de generosidad que no estuvieran viendo el cobro a la vuelta de la esquina. Son estrellas salpicadas en la inmensidad de la oscuridad. Hay una poesía de la economía que aunque lo deseáramos, jamás podrá estar separada de una problemática ético social. Tener o no tener, no es igual. La atmósfera te aplasta en la pobreza, hace que te arrastres en la mugre. No es lo mismo tener, que no tener.

Así como tampoco tolero a alguien con sus dogmas cientificistas, que me vigile y castigue con un medicamento, ni creo que después de tanto tiempo le concierna en lo absoluto, no quiero a la ratas de la psicología que roan con sus fórmulas porque no tienen de otra. no creo que le interese, ni pueda tener alguna injerencia, de la cual sólo obtiene su juicio parcial, su bien no el mío, y el cual quisiera hacer funcionar como ley universal para salvarse así, no a mí. eso es una mentira. Alguien que no escucha a los otros, que sólo tiene esta fe ciega en un cientificismo utilizado para decir quienes son los enfermos y quienes los sanos, qué es lo normal… etcétera… Una real y verdadera bazofia para detentar un poder insignificante. Dópense ustedes, no piensen ustedes, no sientan ustedes. No se enamoren ustedes. Pónganse sus sedantes para tolerar sus existencias fútiles.

Los adictos me son deleznables. Eso es lo que creo ahora. Detesto su esclavitud y su nula voluntad. Su poco deseo o por completo apagado. Su cero pasión, su renuncia y entrega al gobierno de su necesidad. Su simulacro de espiritualidad, esos sí, bola de enfermos dependientes. No soy conservador, por mí que se mueran y se maten a su gusto. Con esos hábitos del desgano, que se mueran en esa poca euforia y entusiasmo por vivir. La vida tiene más tesoros que esos dos o tres placebos.

No voy a mentir, la embriaguez puede colmar ciertas felicidades, puede satisfacer ciertos placeres. Un hábito, el que sea, me es detestable. Enfermos de la costumbre, huyeron del deber y se metieron en otro, donde además se creen valientes. Bola de cobardes. Todos esos deseos frustrados.

La estupidez es, claramente, ser esclavo de tus pasiones, de tus temperamentos, palabras que se convierten en creencias. Ser vólatil por ágil que te creas, se es lo que se dice tal cual: un idiota. Alguien incapaz de diálogo o escucha, que no se controla, que no le interesan los otros, ni lo que pudieran llegar a decir. Tu lengua tropieza por exigirte ser, y se advierte sólo un amasijo de carestías y complejos, de miedos. Un potencial psicópata, un ingenuo ignorante, se vislumbra un monigote grotesco, que babea y ríe de sus propias torpezas, según él magníficas. Sólo son angustias manifiestas de un idiota. También me olvidaré de reiterarlo, tengo otras cosas que hacer. Minucias. Tampoco es mi responsabilidad.

Otro día escribo sobre la fiesta, con lo que me apasiona la fiesta. Ahora tenía que desquitar sobre los descerebrados, los damnificados de las drogas. Los pobres que no tienen porqués de vivir, los inútiles para sí y los otros, que entregan sus vidas a la nada antes de la nada. A esos despreciables suicidas, a los que con toda la calma, les escupo a la cara.

Creo que como todos mueren más rápido en esos ambientes, antes de que se los trague el agujero negro de sus inmundicias, van pisando a los otros para tratar de huir, de salir, se traicionan con tal de encontrar la salida, para intentar salvar un pellejo igual de mugroso. Es en la sordidez que uno se da cuenta de que no existe la consciencia, ni esa gente, ni ninguna la puede tener. Es sólo una ficción momentánea para salir del paso, no es difícil observar que cualquiera que se jacte de, carece de.

Antes de partir, el duelo, debería implicar quemar la casa. Para que sus cenizas no nos persigan.

Al extinguirse la humanidad, ciertas especies se trastornaron por la desaparición del ruido. Algunos halcones, cazaban gorriones o palomas. Ciertas especies de ratas se comían a sus crías. Algunas cucarachas machos le arrancaban la cabeza a la hembra al parir.

No creo que a la mayoría de las mujeres las quieran los hombres. Pero tampoco creo que ellas quieran a nadie. Es recíproco.

Tengo derecho a estar molesto con los que tornan la diversión en un asqueroso y nauseabundo hábito rutinario.

laboratorio 1-6

laboratorio

07

La historia de la violación humana comenzó con la perpetración del silencio, del sonido común. para esta exaltación en la que los idiotas hablan su lenguaje, el suyo, no el del mundo. Los que hablan no quieren que pensemos, quieren violarnos, penetrarnos, abarcar el espacio con su gorgoreo. Es el falo el que habla. Les perjudica y temen que alguien pueda tener un mundo propio, ajeno, externo y vedado para ellos. Los aflige que no haya tickets para que puedan entrar. Quisieran conquistarnos con sus estúpidas palabras. Lo que no saben es que nuestro silencio está abierto, que sólo escuchamos el parloteo de marionetas. Títeres del destino de lo que tenían para decir, las trivialidades que son, de las que nunca se han percatado ni nunca lo harán.

Creo que nunca se ha hablado del poder destructivo de la construcción de los hombres. Ahora le llaman ecología a esa manera de angustiarse por lo que no pueden detener y hablan. (porque si conocemos lo que es ser millonario, se trata de vender más y más cosas a bajo precio, de dudosa calidad a los pobres. crear más y más pobres que hagan millonarios a esos millonarios, haciendo más y más basura y desperdicios. eso es el capitalismo, toneladas de basura). Lo cierto es que el tiempo, ese viejo dios trastornado y neurótico, cada tanto, los merma hasta los huesos, les hace recordar su insignificancia. Las almas deambulan despavoridas alucinadas y las ancianas se depilan la entrepierna el día que entierran al hombre que ya más que comer, masticaba el polvo roía los ayeres veía espejismos y adoraba efigies apócrifas, como tantas otras veces.

Lo seguían, lo tenía por seguro. Danzó junto a las vías del tren. De lo que se da uno cuenta, cuando lleva la cuenta, es de que la vida de los seres humanos es infinitesimal, diminuta, casi nada. La vida de una mujer de un hombre es irrelevante. Por más discursos protuberante-m e n t e burgueses sobre la importancia de la vida y de cómo preservarla. Discursos del miedo y la perpetuación de nada. Le tenían una rabia profunda, por el misterio de no pertenecer a su ordinariez. Lo cierto es que se te cruza un loco y acaba con tu suerte. Danzaba junto a las vías cuando un tipo nervioso, lo empujó cuando el tren se acercaba a toda velocidad. Dejó una mancha roja sobre la faz del tren, apenas una pintura abstracta, espontánea, una expresión como la de cualquier artista existente.

El consciente inconsciente explicado con un calcetín. Por fuera la apariencia, la consciencia de lo que dice ser, su forma las figuras que adornan ese adefesio, sus repulsivas atracciones, sus mentiras verdaderas. sus verdades mentirosas. Volteado del revés, se le notan las costuras a ese inconsciente, real, desordenado, errático, bello en lo grotesco, soberbio en el descaro del secreto. El consciente escueto de decires es idiota, a todas luces habla su inteligente idiotez. El inconsciente abundante de silenciosas soledades brilla en bruto, no descubierto, en un lugar mineral lejos de la vista estúpida del que pronuncia ese supuesto consciente. La atroz violencia del déspota tirano llamado consciente. Un día se levanta el inconsciente y lo mata.

El ser humano, este mamífero cuya vasta ignorancia, porque lo que ignora es inmenso e inabarcable, impone estos límites para anegarse o no naufragar ante lo que desconoce y en consecuencia teme. ¿Cuántas veces a diario no vemos cometerse inmoralidades en nombre de ciertas moralidades, más «legítimas», más normales? ¿En nombre de cuántos códigos éticos no vemos cometerse los actos más infames de injusticia?

La reacción de un animal proscrito en el raciocinio y sus estremecimientos. El torrente de una presa contenida cuya magnitud sobrepasa toda ingeniería y cálculo. Una neurosis agolpada en la erupción cutánea, escosores, malformaciones, molestias a flor de piel. El deseo mortal, irrecusable, que expresa un llanto callado sin fin, en un insomnio sin fin. Música para mis ojos. Eyes scream, ice cream, I scream.

No entiendo a la gente que no enloquece, que no se enamora, que no ama. Pobres almas en desgracia. A veces pienso, a su vez, en aquellos que no llevan su sexualidad al extremo, que no languidecen tras horas de espasmos y retorcidos deseos colmados. Me he cruzado con ellos por infortunio, por desgracia. ¿Quién va a saber qué esconde un rostro, qué recato pusilánime encierra, qué pudores alberga para sufrimiento de los otros?

Hay una soledad que se puede vivir en medio del tumulto. Una soledad que no corresponde con nadie ni con nada. Un deseo sin objeto porque todo objeto se ha caído de su pedestal, el nicho ha quedado ahuecado y la tumba seca. Esa soledad sin cara, sin anhelo, con la inutilidad de haber salido de la decepción de todas las cosas. Los sonidos son un caos porque toda representación de significado resulta alejado, a una distancia diáfana.

Magenta I

08

 Las experiencias y sus percepciones están condicionadas por los prejuicios, estereotipos categóricos de cada concepción, de cada estructura preconcebida insertada en el entendimiento, de cada subjetividad que las somete a su obediencia y docilidad por una cuestión defensiva ante lo otro. Lo aprendido se juega como identidad irrevocable, estatuas indubitables. La sangre, el linaje, la herencia, esos reductos para amar u odiar, mamados en la leche, en la palabra. Todas esas nomenclaturas que formalizan, que se encargan de realizar la noción sobre el mundo de cada sujeto. Cada sujeto conforma su visión a partir de ese contagio con el mundo. La diferencia y separación, entre alta cultura y baja cultura, lo vulgar y lo refinado, lo obsceno y lo puro, lo erótico y lo pornográfico, la prosa y la poética, el lector y el analfabeta, el hombre o la mujer, el cuerpo y el espíritu, la carne y el alma, la razón o la locura, el normal o el loco, y una larga lista de exclusiones y prestigios banales. En fin, todas estas categorías que dividen en ordenes establecidos situaciones desequilibradas, de abuso y desconocimiento. Modos, para estupefacción de todos, de ordenar y jerarquizar, de privilegiar y denostar. Esa suerte de cualidades que delimitarán, dotarán de respeto dignidad o de desprecio. Texto u oralidad, por ejemplo, es narrativa, de eso no cabe duda. No querer dejar nada afuera del relato, quizá esa sea por un lado lo insoportable tanto para unos, como para otros su salvación. Mientras un lado no quiere dejar nada fuera del relato, le es imposible no decir, no ver, no enterarse, el otro lado necesita prohibirse, separarse velando, sacarse del ruedo, entrecerrar los ojos. De todos modos, no hay forma de no leer, en el hueco se lee. El analfabeta lee, sigue los rasgos y huellas, los relieves de lo que esta fuera y dentro del relato. Porque toda lectura es una relectura, porque no hay virginidad ahí en la hermenéutica, de reojo la referencia parpadea. Práctica y lícitamente, la anarquía es imposible, es una utopía en teoría. Lo extraño, es que la dichosa anarquía sólo se puede vivir al interior de la carne, en el verbo inútil de pensar. La anarquía sólo se puede vivir en el silencio.

Morder una manzana, es arrancarle un corazón a la tierra.

A una mujer u hombre que su pareja no se lo folla, le entran unos celos demenciales e infundados, de algo o alguien que le roba la pulsión sexual del otro. La atmósfera, el ambiente se torna en un asunto homicida, un asilo de homicidas. Se permanece ahí para tarde o temprano  asesinar de algún modo al otro. No finjan con falsas escenas. Con calma o desesperación, se aguarda el momento propicio, alevoso, para vengarse del abandono y la miseria que el otro sostuvo. Se lo asesina en la eternidad del silencio, de no oír nunca más su voz. ¿Violencia? No saben lo que es el deseo incontenible, irrefrenable. Es un asunto de traducciones, lo que no sale por un lado sale por otro. ¿Violencia? Todavía se lo preguntan.

Las mujeres controlan a los hombres con el sexo… con el movimiento de sus caderas, el contoneo de sus culos, el susurrar de sus labios, el parpadeo de sus ojos, sus tetas temblorinas, sus piernas carnosas, sus vulvas húmedas y calientes, sus hermosas nalgas perfectas nalgas rebotando, sus anos escondidos, con sus señuelos de placer. Con ese alboroto que apabulla, excita y dosifican. Los hombres controlan a las mujeres, en pocas y resumidas cuentas con el dinero, es decir, con el poder. Cada cual tiene sus instrumentos de tortura y condicionamiento. O placer y algarabía. Cada cual administra esa economía, de modo dispendioso o tacaño, ese trozo de nada tan importante que le falta al otro. Cuando se es joven lo del amor es ese sueño real que se respira, se cree y se palpita, se muere de amor. Después, al paso del tiempo la realidad incauta cada rincón y se tiene que ser ingenuo o verdaderamente estúpido para sostener eso todos los días con buena cara. Por lo regular el tiempo se encarga de despertarnos de ese sueño hermoso. El comercio del amor no debería asombrarlos tanto y dejarlos en ese estado prejuicioso de anonadamiento frente a los expendios del capital, sus reglas, características y gobiernos. Todos tienen algo que vender, algo que ofrecer, algo con que sujetar, corromper, y privar. A todos gusta el peso del látigo, ya sea en la mano o en el culo. 

Magenta II

09

Nadie quiere lo que tiene, quiere lo que no puede tener.

¿que presuman lo que comen, sus viajes, sus ejercicios banales, sus culos, sus risas o sus glorias monetarias, tiene alguna mínima relevancia? hojas caídas de árbol en un otoño, lodo, un pájaro que suena entre el bosque, esa mañana engulle larvas que saca de una fruta podrida, y canta. Está feliz esa mañana húmeda y fría que trae cadáveres de frutas desperdiciadas, tiradas, sin propósito, trae gusanos, es una mañana de alegre calma, mientras todo se pudre y alguien saca provecho de ello.

Nos traumatizamos con la muerte de otro. Nos suscita un aire escéptico de imposibilidad. No puede haber sucedido esa desaparición, esa ausencia, esa falta. Es agujero que deja. Una sombra apenas. Un relato releído. Sabemos por un instante que durará un instante el desvanecimiento último de nuestro ser. Envidiamos al desgraciado, lo ha logrado el maldito desgraciado, ha dado el salto.

¿Lo has visto? Es precioso. ¡No puede ser que no lo hayan visto!

Cuando veas una pareja inexplicable. Y te preguntes, por qué estarán juntos. Ese porque quizá no lo muestren, lo oculten o simplemente sea un lugar de ellos. Te lo puedes imaginar. No es tan difícil.

Lo que escucho de toda esa gente que se va al extranjero, es que huyeron de algo alguien una situación unas condiciones un pasado una precariedad la ignorancia consuetudinaria, etc… No se pueden escapar de sí. No pudieron no van a poder.

defender los derechos de autor, es defender los cimientos del capitalismo. es defender el yo patético, a dios fraude e inválido, el narcicismo ilustrado, es su institución hipócrita, es defender la desigualdad perpetua de l@$… ante la ley.

Magenta III

10

A los 40, al despertar por la mañana, el sol entra en las pupilas y el cuerpo vuelve desde allá, desde ninguna parte. Está quebrado, roto, es un cúmulo de fragmentos que alcanzaron a regresar. Uno es un cadáver prematuro, un promontorio póstumo.<br></br>

La idea de dios me produce sarna.  A veces creo que la idea de dios fue necesaria como reflejo de todas las impotencias del hombre. Una especie de compensación a su nata ineptitud. Cumple lo imposible, creación de ese fastuoso e inalcanzable poder. Porque no se iba a limitar, en esa codicia ridícula de alcanzar el cielo, su nariz le estorba. Prótesis infame de los débiles. Viagra de los inválidos, justificación de los sin argumento. Tapadera de los perversos.

Es una coincidencia existir. La probabilidad de ser es remota a contraposición del no ser, esa amplitud dada en la eternidad de la nada. Porque, ¿qué tiempo tan vasto, tan enorme es la muerte que nos espera, para tanto aspaviento trivial durante la vida? ¿por qué nos quieren hacer pagar este fárrago de realidad, aferrarse a este bodrio colectivo? De por sí es improbable siquiera estar, esa posibilidad inmediata es casi nula, ¿a qué tanto agobio con nimias deudas? Deber deber deber, se repiten los cobardes entre los pasillos de la incomprensión, la falta de entendimiento y tiempo. Sentir que es un soplo la vida… Ojalá un día los hombres se dejen de perseguir los unos a los otros. Asesinos. Estúpidos suicidas.

Entiendo que vivamos en una pocilga, pero hasta dentro de los cerdos hay clases. El aspecto de cómo come es tan feo, que temo que si se lo digo, me cocine y coma agonizante entre meandros. Masca sus alimentos con una desesperación tal, jadea y eructa, se pedorrea frente al plato. Es el momento cuando tomo real y verdadera consciencia de la humanidad, de su cualidad. No es algo sólo exterior, de apariencia, es esencial esa actitud, forma de devorar sin mañana. El corazón más parecido al del ser humano es el de los cerdos, un revelador dato que dice más que cualquier descubrimiento científico del último siglo. El gen es nada en comparación a sentir el pulso de este animal invariante, ávido, voraz, desesperado.

me molesta la prisa, el apuro, la presión que ejercen unos a otros perseguidos por el deber. por el asunto capital económico de algo que se pierde. estorben, tárdense, a mí no me importa, hagan que a los otros no les importe. me voy a tardar, tomaré mi tiempo y si es posible el de los de mi derredor. energúmenos cáguense en los pantalones, no iré más aprisa para su explotación voluntaria.

Este hombre moderno, con la violencia de sus vías turbias, veloces, sin percatarse del día, del sol. Lejos de la naturaleza, habitando su naturaleza turbia. Desacralizado, sin detenerse a contemplar la fealdad que ha creado. Ánima embrutecida a fuerza de razones. En absoluto absorto ante su mayor prodigio: su privacidad. En el torrente turbio de lo que hace, de lo que vive, le queda ese lugar bajo la roca, escondido de todos los otros seres, en su madriguera inmunda y pobre, acechando a los otros desde su pantalla. Sumido en la violencia de la vida gris, triste, tan sólo un mal chiste.

Magenta IV
MAGENTA

11

La violencia sistemática con la que exigen ser apresados por normas más celosas de su deber. Esa violencia muda, silente, con sus respectivos estallidos impositivos. La tara viciosa de exigir que instauren no sé qué régimen panacea de paraísos porvenir que evitará el miedo y la ruindad. Y a mí se me conmina con esto, a ignorarlos más y más, alejarme más y más en soledades recónditas e irreconciliables.

A veces una mosca ronda mi cuarto, ¿acaso sabrá que soy su elemento más preciado? ¿tantas vueltas para qué, tanta circunspección en torno a mí para qué? que venga y se corone sobre su imperio, se auto-proclame mi dueña. que deje su bisbiseo atorrante para el comentario político. seré el monolito que siempre soñó. moscas, dos días y adiós.

¿no sería más sencillo y apacible no haber existido jamás? esa es mi codicia actual, imposible especulación, no haber echado ni un ojo a esto. mi oficina esta instalada en esa ambición fracasada de antemano. vaya tortura, apenas llegas, ya tienes que empacar. con lo tedioso que es empacar. te lleva la mitad de la vida desenvolver la serie de tramas que se suceden, por variadas o monótonas que sean. y la otra mitad juntar tus pedazos que quedaron desperdigados por el alboroto generalizado de un hecatombe en cada respiro. exasperación de existir, trastorno brumoso el saber que no existiré.

deleitarme con ser nadie. con un atisbo de esto. con la brisa nocturna que golpea mi cara al rodar mi bicicleta por las calles sórdidas e inhóspitas de esta enorme ciudad sucia. diminuta ciudad en comparación con el cielo. una pulga tiene más aplomo que un ser humano, en apariencia hasta está mayor dotado en tecnología, con solo echar un vistazo somero a su monografía, monstruo o vehículo inter-espacial. más fascinante que este roedor bípedo, rumiante de quejas.

Todas las noches, tengo este insomnio lúcido, amargamente feliz, de mi sueños inútiles. Una caravana de improperios y despropósitos, satisfactoriamente tenues. Magnánimos por irrealizables, patéticos por irrealizables. Me ahogo en ilusiones, salgo a flote con estertores. Soy un naufragio alucinado, un dios olvidado que se lima las uñas al atardecer. Por si se ofrece la piel.

Hay un viejo en la plaza pública que arroja granos al suelo, por los que se abalanzan una parvada de palomas voraces. Cuando veo a este anciano sabio y diabólico, paciente y malvado, astuto y perverso, no hago más que pensar en las hordas de fanáticos que se precipitan por las promesas del capital. Es decir, que se conforman con nada. Ese gorgoreo es la gloria de los siglos por los siglos atormentándome con su nada. Un eco de nada.

Nos complacemos con la frugal garantía de cumplir con nuestros cometidos. Esa frase es el compendio de toda esa moral axiomática que se irá a la basura, como el resto de todas esas frases sabias y prudentes, vertedero de mojigaterías que desaparecerán en la turbulencia del tiempo, triturador pleno, rey devastador e impío.

En la naturaleza, la sombra de una nube dura un instante, es móvil, y transitoria. Después eso queda atrás, no hay una permanencia de la pesadumbre. La tormenta se vuelven vapores cálidos. El rapto, el ataque, los momentos de fiereza duran el relámpago, por decirlo de algún modo. El trastorno se disipa, vuelve el sol y sus destellos apacibles, quizá el canto alegre esporádico de un ave aparece tímido, enmarcado por el arcoíris sin sentido que se proyecta sobre las verdes colinas. En lo humano la violencia muda, soterrada, inunda cada instante de lo social, de sus prácticas de intercambio, de sus verbales invasiones, de sus mezquindades mutuas, compartidas y solaces. Todo parece transcurrir en la cordialidad, pero si se tiene la sensibilidad suficiente, si se abre la percepción, y el tiempo necesario para captar el detalle, se notará que esa mentira está adornada aquí y allá. Que la violencia es la raíz, el fruto de la especie el vicio, que es su aliciente, recompensa y ambición constante. No se dedican sino a devastar, en cada momento, con un furor destructivo disimulado en extremo. Cada conversación es una amplitud de la trama que busca aplastar oponentes figurados, ficticios o encarnados o fantasmales. Hasta la «tierna» criatura de la especie, alberga una crueldad sin crédito, es una pesadilla no reconocida, por toda esa representación humana que pinta, enmascara, que ocupa su vida entera en aparentar lo que no son. Gente de paz.

CYAN I

12

Digamos que hay una serie de profesores que dadas las condiciones, la oportunidad de su puesto, la altura del podium, son corruptos y extorsionan al alumnado, solicitan sobornos. Tal tiene que entregar una suma de dinero, tal otro cierto regalo, o tal otra hacer un favor sexual para aprobar el curso. Más descabellado aún sería, la situación en que algún profesor llegase a forzar sin modo valedero esa situación, sin justificación, y amenazase con ello a pesar del esfuerzo de los alumnos. Supongamos que sucede, ha sucedido. Pero, un momento, pensemos en la situación de una joven de 16 años, que se enamora del profesor joven, con talento, apuesto, que sin mal pensar que se aprovecharía solamente de su posición, también se enamorara de esa entrega.  De ese momento erótico en el que los que participan están convencidos de su papel, involucrados hasta el tuétano, por ilusorio que fuera. (Dirán que la entrega amorosa en los adultos es cabal y sensata, jsjsjjs, ¡por favor!). Ahora pensemos que la situación se agrava al ser sorprendidos, cachados, con los rumores, las mofas, el escarnio entre los compañeros, las burlas y sobajes denigratorios hacia ella por «puta», etc… Que llegan a instancias mayores, con los directores en una representación de pantomimas supuestamente indignados, los «honorables» padres de la interfeuta sin dar crédito. Los padres exclaman, si mi hija es una santa, los directores intimidan, auscultan al profesor, lo acorralan, lo examinan, lo amenazan con entregarlo denunciarlo a las autoridades del estado. Entra la psicología institucional en escena, con todo ese añejo armatoste conceptual, reprimido y represor, que de inmediato conjetura, califica lo sucedido como una falta, del orden de los abusos. Rodeados de esa estructura moral se le arranca una declaración a la joven, en ese círculo de comentarios y acusaciones: yo no quería, fui obligada. Pensemos en el artefacto de censura, en como opera el condicionamiento moral, y el escarmiento frente a la mirada pública. Como si nadie hubiese sido libre de sus actos. El «abusador», que arrastró a su «víctima» a un ruedo, en el que sólo se dejó llevar por la inducción desmedida de una voluntad ajena. Pensemos en la violencia de ese aparato mórbido, que sojuzga a cada instante cada ínfimo acto, que vigila cada desliz, que se despliega en cada momento para sostener lo que considera verdadero, y todo lo que deja fuera con sus decretos y sus mandatos. Esa cárcel moral, sistemática y telúrica, con la que unos hacen valer sobre los otros lo que debe o debería de ser. Ese debe o debería de ser, es sólo un cebo.

La extenuante lista de las variadas formas y métodos en que los padres se encargan de matar a sus hijos, sin matarlos, naturalmente. Metafóricamente hablando, todo el cementerio deambulante que pulula llamado humanidad, con sus desguances, faltas de valentía, arrojo exangüe, nula pasión, su desgano y cero euforia por la insólita existencia. Seres neutralizados, anémicamente aniquilados, acallados, castrados, parlanchines, habladores, charlatanes, adaptados, ignaros, prejuiciosos, fieles ciegos creyentes, consumidores leales. Constituidos despojos, orgullosos farsantes. Hablan de todo y no dicen nada.

Eso no es todo. En contrapartida, todos esos hijos que se comen a sus padres. Metafóricamente hablando, los desmiembran, día a día es tolerado su canibalismo. Incitado. Hasta no dejar ni rastro de los progenitores.

Ese personaje llamado cónyuge que decide ir matando a cuenta gotas al otro/otra, con decisiones, malos tratos, en la inconsciencia, esos pequeños odios en pequeñas dosis, con reglas rencores y cuidado de incomprender la situación, vejaciones y altanería. Con ahínco en la rabia, el asesinato lento y perdurable de estar condenado y atrapado en ese lugar al que quiénsabe cómo se llegó ahí. Con esa persona nauseabunda que se detesta en silencio, de la que se urde un trágico y transparente fin, sin evidencias, salvo para los que abrimos los ojos y no paramos de oír las declaraciones flagrantes de sus impunes delitos. Impolutos crímenes.

CYAN II

13

Una serpiente bicéfala, siamesa. La izquierda hipócrita llamaba a la derecha cínica. No cínica antigua, perra, al margen de la civilización, linde de la ciudad y organización humana, salvaje. Sino una traducción, moderna, que querría decir desvergonzada, descarada, que pasa sobre los otros abusando con desfachatez. Porque el antiguo cínico iría buscando con una lámpara a plena luz del día un hombre honesto. La izquierda triste, impotente y siempre cobarde, acusando a la derecha, que no es propiamente cínica sino criminal, lo hace así para no llamar por todas sus letras a la derecha. De hecho, en ese temor al decirle cínica, la recubre de un talante que aunque no lo vea, la defiende. Porque la derecha ha cometido masacres sin nombre, en representación de su único dios, el dinero. La derecha asesina de niños, dogmática, ortodoxa, rígida, nunca ha sufrido dado que la izquierda hipócrita a la hora de asestarle el golpe de revés, ve en los ojos de la derecha sus miserias y no se atreve a negar que algo de eso también alberga su ánima, se reconoce en esa sin vergüenza y la perdona en toda su debilidad, hija del mismo cuerpo. Impunidad como tregua. Sabe que el pobrerío tumultuoso no ascenderá, y que si lo hace, se dice, será a la larga, su hipocresía acuña rastros de fétida esperanza, claro, a la larga se dice y se repite, en una suerte de religión del progreso y la prosperidad. Si realmente quisiera, sin cuidar sus privilegios, se haría a la de ya, pero no quiere, es hipócrita, vive de lo mismo que critica, tiene de facto sus contradicciones y vive con ellas plácidamente o incómoda pero lo goza. Se alivia de sus vergüenzas a su vez. Yo no sabía que le decía cínica para desahogar su hipocresía. Habría que buscar un nombre menos mancillado, porque llamar a su hermana,  criminal, es imposible, no lo hará, porque les da miedo reconocerse ahí, en su espejo. 

Y me dijo, – aquí todos seguimos sin estar, siendo sin ser, comportándonos bajo una condena a la libertad que hemos tomado en cada posibilidad última. estamos muertos sin estar muertos, sin vida vamos por los rumbos inciertos del destino. nada se acabó, no comemos, no evacuamos, no estamos animados por ningún erótico placer, ni deseo. ya no perseguimos nada, acaso me trago estas raíces, las masco, alucino que soy parte del cielo en divagaciones estáticas. soy nadie y no me ocupan los problemas, los temores humanos. si mataste a alguien, sigue por ahí, esperándote, para preguntarte por qué le arrancaste la dimensión aquella. A ver si me puedes dar un consejo de por dónde le busco… 

Se sube a una barca. Está ahí en el mar. Se levanta, está de pie. Es el amanecer. Una vulva gigante surge del cielo, lo aspira, baja y se lo traga. La barca queda ahí, meciéndose en el agua, cloqueando, hace ese sonido con el agua, un chapoteo irregular. Primero fuerte después quedo. 

Toda esa entelequia sobre el sexo, esos nuevos esoterismos, esas charlatanerías contemporáneas puestas al día sobre el sexo, no me hacen sino dejar de desear. He escuchado de labios a los que apreciaba expresar esas definiciones y mejor me quedo callado ante su ignorancia y cobardía.<

no soporto a los autores. tengo una aversión por las firmas. no tolero ni el absurdo y ridículo de firmar un meme. en el internet todos venimos cayendo, tropezando con imágenes, golpeándonos con ellas, y creen que tenemos tiempo de buscar sus autorías sin un enlace? un logo o lo que sea es nada de nada, se los tragará el polvo.

Existe un hotel, inmenso e intemporal, que gravita en el valle de la nada, entre sueños. Resplandece, quizá una melodía lo recorre, diáfana, tenue, espantadiza, fantasmal. Todos ahí, inmersos en la fragancia del olvido fugaz del ambiente evanescente, se entremezclan las mieles del deseo, la lujuria, las secreciones interminables, los fluidos violentos de espasmos, de horcadas, de agujeros repletos y derramados. No hay manera de encontrar asidero posible, la turgencia es profusa. Nadie se detiene, ni puede detener la fruición inagotable. Es el cuartel del sexo sin tregua. Los juristas, tienen prohibida la entrada, es un terreno sin ley ni prejuicio. Es un infierno sin infierno. Placer sin sufrimiento, sin pena. Deleite sin fin. Extrema caricia. Existe un hotel en medio del desierto con agua profusa. De sus fuentes emana agua sin fin. Es un oasis en forma de raja. 

Devorar con los ojos, palpar con el oído desaparecer con el oído,  penetrar e inmiscuirse con el olfato, leer con el tacto, investigar con el gusto perderse en el gusto. Ahogarse en el deseo.

Una entrevista a J. J. – ¿Por qué si tiene necesidad del dinero, usted no escribe para el periódico? – – No escribo para el periódico, porque no soy una prostituta. –

En estos escritos he querido quitar los nombres propios, el argumento de autoridad que diría E.K. dota de sentido y verdad, no por lo qué se diga sino por quién lo dice. Se suele respetar venerar adorar, nunca cuestionar, un argumento de autoridad y pasar por alto de qué se está hablando. YHLQMDLG.

CYAN III

14

El lugar del que provenimos, ideal, cálido fulgurante. No hablo de ningún más allá, sino de un más acá. El lugar más hermoso, la vulva, cavernosa, húmeda, jugosa. Carne. La flor carnívora, esa boca desdentada, esos días mecidos en las caderas de las mujeres. Ese nido de pájaros y sueños.

Me estaba sacando la mugre de las uñas cuando elaboré una teoría pasajera, de esas teorías que no tienen consecuencias. Qué tal si la política y el poder consiste en que te metan la verga. Sin preámbulos. Seas heterosexual, homosexual, lesbiana, transexual, infante, del género que sea, no obedece a ninguna edad ni preferencia, no requiere identidad o definición. Además es inevitable, decir que no, incluso más que a todos, resulta decir que sí. Que te metan la verga, y cómo te gusta que te metan la verga. Porque a cada cual, su cada qué. Porque a diario en cada mínima relación, situación, encuentro, momento, acto está el poder metiéndote la verga. En una conversación, en un comentario, en una propina, en las clases de los alumnos con su maestro, maestra, la maestra también te puede meter la verga, a diario se abusa en esas instituciones sin medida, sin edad, de ingreso en las filas de la cópula. En los institutos clericales, en las cátedras laicas. En un discurso de inauguración, en el comercio y sus negociaciones, a los niños con sus entrenadores en un juego inocente, al mirar el tumulto para cruzar la calle, si usas taxi camión avión bicicleta o particular, si comes esto o lo otro, en todos lados está el poder y la política asediando. Si te metes droga o sólo te metes el dedo, para consolarte de todas la metidas de verga que te dan de por sí. En cada lazo tejido socialmente hay una metida de verga forzosamente. Sin contar las innumerables oportunidades en que la especie despliega su violencia pasiva no solicitada. Si el que toma las decisiones es él o ella, o ambos dialogando, o ella sola por siempre sola, o él solo por siempre solo, o si es como su madre que lo odiaba y su padre que la odiaba a ella. Y su padre esclavizado con un jefe que se la mete diario, a ella en el mercado la violan diario, a los niños como se dijo, los abusan diario los mayores o entre los de su edad, se dan por el culo entre niños y niñas, las niñas también se meten la verga entre ellas. Ella habla mal de él, de lo poco hombre que es, de lo mal que coge, de lo poco que da, de lo poco que los quiere. Y él tiene sus putas todas bellas o feas, se mata en el trabajo, se gasta en bebida todo eso sin pagar nada de su hogar. Para que después el jefe se lo coja, y a su jefe otros jefes le mancillen el ano. Y los políticos a su vez les metan la verga a los jefes. Después a los políticos los empresarios los empalen. Y a los empresarios los narcos los desuellen con sus vergas gordas. Y a ellos los policías o entre ambos se den a cada rato un buen trozo de verga. Y el ejército también saque su gran falo para metérselas a todos. Y al ejército sus padres desde niños y como les dije a sus padres sus jefes, per secula seculorum. Todo esto sale en las noticias y los presentadores y los reporteros y los periodistas y los analistas se las meten a todos por las orejas y es un gran follón, una orgía de metidas de verga que por cada agujero entra y sale la política, el poder. Amén.

CYAN IV
CYAN